Un día soleado, sumergido de golpe en mi oceano personal usando zapatos de metal


Siento un vacío en el estómago, el ruido no me deja pensar. Me siento estúpido, respiro pero la sensación de estar atrapado dentro de mis ojos no me deja sentirme aliviado. Hoy pensé en morirme. Mis ojos estaban fijos en las lineas de las avenidas que marcan el camino para los automóviles, me pregunté que si alguien que se arroja a las vías del sistema de transporte masivo sufrirá lo suficiente. La carretera se perdía debajo de la masa de metal. Supongo que así se debe perder un cuerpo si se lleva suficiente velocidad y agallas en el la cabeza, pensé acerca de qué pasaría con los vivos. Sobre quien me lloraría y quien no, sobre las personas que se sentirían felices ese día por haber tenido un hijo o haber celebrado una boda y que no se percatarían de mi muerte. Pensé en dejar todo, tal vez sólo perderme del mundo, es que pareciera que hubiera nacido sin ese pedazo de cerebro necesario que las personas normales tienen, ese pedazo que indica la situación, la respuesta y las matemáticas. Es una sensación que siempre me acompaña, como si estuviera mareado, además de un zumbido en los oídos, y el pensamiento de verme a mi mismo sentado al otro lado de mi punto de vista. Las personas no se dan cuenta que las miro, hay días donde parece que existieran piedras en el suelo con mas atención que yo. Simplemente no me ven o no me encuentran. Mi rostro pasa entre la multitud, mi alma pasa entre todas. Es raro sentir los ojos llenos de lagrimas y abstenerse de dejarlas caer, todo se ve aguado, los árboles, las personas, el cielo parece lleno de agua. No entiendo el porque de mi. Es una broma cósmica. Me gustaría estar soñando y despertar un día teniendo 7 años, poder pedirle a mi mama algo de comer y regresar a un nuevo sueño, un sueño donde no existo. Estoy tan triste. Es esa sensación de tener un dolor entre la entrada de la garganta y la boca del estómago. Es increíble que el cerebro construya dolores, se los invente. Es aún más extraño no poder respirar con ese dolor, y que ése dolor nazca frente a la persona de las más maravillosas felicidades, son como dagas, es un trozo de hielo atragantado. Las cosas se van desmoronando lentamente o por el contrario se pueden caer en segundos. Lo peor es ver que todas las cosas están en el piso. Soy un perdedor con suerte.

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